Luis Muñoz Fernández
En una popular plataforma, se estrenó recientemente una serie titulada Predadores. De momento, consta de cinco capítulos dedicados al guepardo, el león, el puma, el oso polar y el perro salvaje. Tengo la impresión de que se han quedado cortos porque no han incluido al depredador más eficaz y terrible de cuantos podemos encontrar sobre la faz de la Tierra: el ser humano.
Así lo constata un estudio recientemente publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), escrito por Gerardo Ceballos y Paul R. Ehrlich. El primero trabaja en el Departamento de Ecología de la Biodiversidad del Instituto de Ecología en la UNAM y el segundo en el Departamento de Biología del Centro de Biología de la Conservación en la Universidad de Stanford de California, Estados Unidos. El artículo en cuestión tiene un título muy sugestivo: La mutilación del árbol de la vida a través de la extinción masiva de géneros animales.
Aunque ocurrieron hace muchísimo tiempo, en la historia de los seres vivos de este planeta existe evidencia de al menos cinco grandes extinciones, que son las siguientes: la del Ordovícico-Silúrico, hace 439 millones de años; la del Devónico-Carbonífero, hace 367 millones de años; la del Pérmico-Triásico, hace 251 millones de años; la del Triásico-Jurásico, hace 201 millones de años y la del Cretácico-Paleógeno, hace 66 millones de años. Esta última es la de los dinosaurios, de la que todos hemos oído hablar.
Muchos consideran ya que estamos en medio de la sexta extinción masiva. A diferencia de las anteriores, ésta la estamos ocasionando nosotros. Elizabeth Kolbert, periodista estadounidense experta en temas científicos y autora de La sexta extinción. Una historia nada natural, relata las consecuencias de la aparición del ser humano sobre la Tierra:
“Tras descubrir reservas subterráneas de energía, los humanos comienzan a cambiar la composición de la atmósfera. Esto, a su vez, altera el clima y la química de los océanos. Algunas plantas y animales responden desplazándose: ascienden montañas o migran a los polos. Pero muchas, al principio centenares, luego miles, y después tal vez millones, se encuentran atrapadas. Las tasas de extinción se disparan y el mosaico de la vida se ve modificado”.
Un artículo reciente del periódico «El País» titulado La extinción de especies es 35 veces más rápida desde la aparición de los humanos lo describe así:
“Pese al impacto de la humanidad sobre los ecosistemas terrestres, sólo suponemos el 0.01% de la biomasa del planeta. Sin embargo, los humanos continúan su avance, reduciendo el espacio para otros animales y quedándose cada vez más solos. Esta sexta extinción masiva, después de otras producidas por meteoritos, como el que acabó con los dinosaurios, o procesos geológicos extremos, es la primera causada por un solo animal. Y el impacto no se ciñe a especies aisladas”.
Gerardo Ceballos y Paul Ehrlich han demostrado que el ser humano ha mutilado ramas enteras del árbol de la vida. De acuerdo con el artículo publicado por la citada revista científica, en los últimos 500 años, 73 géneros de seres vivos se extinguieron a un ritmo 35 veces más veloz de lo que cabría esperar si hubiera seguido a la velocidad de los 65 millones de años previos. Sin la influencia humana, lo que se ha extinguido en los últimos 500 años habría necesitado 18 mil años para desaparecer. Un ejemplo: a principios del siglo XX había 10 millones de elefantes. Hoy quedan menos de medio millón.
En el artículo periodístico antes citado, la conclusión es la siguiente:
“Pese al grado de comprensión del problema que estudios como el que hoy publica PNAS ofrecen sobre la dimensión del desafío ecológico al que se enfrenta la humanidad, la única especie inteligente conocida del universo está cada vez más cerca de asfixiarse con su propia eficiencia para sobrevivir y reproducirse”.
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