Luis Muñoz Fernández

Elizabeth Kolbert, periodista de temas científicos y colaboradora habitual de la revista The New Yorker, ganó el 2015 el Premio Pulitzer de Ensayo con su libro La sexta extinción. Una historia nada natural, en el que podemos leer lo siguiente:

“De forma muy, muy ocasional, en el pasado remoto, el planeta había sufrido cambios que diezmaron la diversidad de la vida. Cinco de estas extinciones del pasado fueron tan catastróficas que constituyen una categoría aparte, las Cinco Grandes. En lo que parece una prodigiosa coincidencia, pero probablemente no sea una coincidencia en absoluto, estamos descubriendo la historia de aquellas extinciones al mismo tiempo que empezamos a comprender que estamos causando una nueva. Cuando todavía es demasiado pronto para decir si alcanzará las proporciones de las Cinco Grandes, ya la conocemos como la Sexta Extinción”.

En efecto, estamos en medio de una pérdida masiva de la biodiversidad. Y no somos solamente testigos, sino que somos su causa principal. Algunos lo niegan, por supuesto, y la mayoría lo ignora. Sólo un grupo se muestra preocupado y trata de encontrar la forma de frenar esta masacre. Sucede lo mismo con otros problemas que están relacionados, es especial el cambio climático. Nos dirigimos rápidamente hacia un cambio irreversible de las condiciones fisicoquímicas que hasta ahora han permitido el florecimiento de la vida en nuestro planeta, a la par que vemos deshacerse el tejido que une y mantiene a todos los seres vivos, incluyéndonos nosotros.

Haciendo alusión al famoso libro de la bióloga Rachel Carson Primavera silenciosa, publicado originalmente en partes precisamente en The New Yorker, Dave Goulson, destacado conservacionista y entomólogo (estudioso de los insectos), publicó recientemente Planeta silencioso. Las consecuencias de un mundo sin insectos, con el propósito de exponer una de las facetas más preocupantes de la Sexta Extinción: la desaparición incesante de numerosas especies de insectos.

Edward O. Wilson, uno de los mayores expertos en hormigas y el biólogo más influyente del mundo, quien falleció hace apenas un par de años, llegó a decir lo siguiente: “Si todo el género humano desapareciese, el mundo se regeneraría hasta alcanzar el rico estado de equilibrio que tuvo hace 10 mil años. Si los insectos se desvaneciesen, el medio ambiente se colapasaría en el caos”.

Goulson nos recuerda que “la desaparición de los insectos no sólo es una mala noticia para aquellos que aman a estas criaturas –aunque reconoce que a la mayoría de los seres humanos no les agradan–, sino que representa una auténtica amenaza para el bienestar de la humanidad. Necesitamos a los insectos para que polinicen nuestros cultivos, reciclen los excrementos, las hojas y los cadáveres, para que mantengan la salud de los suelos y controlen las plagas y muchas cosas más. Animales más grandes como los pájaros, los peces y las ranas dependen de los insectos para alimentarse. Las flores silvestres los necesitan para la polinización. A medida que los insectos escaseen, nuestro mundo se irá desintegrando hasta detenerse, ya que no podrá funcionar en su ausencia”.

Si Rachel Carson alzó la voz a principios de los años 60 del siglo pasado ante la muerte de numerosas aves y otros seres vivos debido al uso de fertilizantes y pesticidas como el DDT, el problema, lejos de disminuir, se ha incrementado hasta alcanzar niveles dramáticos. Hoy se calcula que se vierten al medio ambiente unos tres millones de toneladas de pesticidas cada año. Y los pesticidas actuales son mucho más tóxicos para los insectos que los que se usaron en los tiempos de Carson. Y luego está lo del cambio climático que amenaza a todo el planeta. Todo esto ha sucedido frente a nuestros ojos, en poco más de 50 años.

Con el declinar de los insectos, seguirá el nuestro. A no dudarlo.

Comentarios a: cartujo81@gmail.com