
Por: Itzel Vargas Rodríguez
“A mí me pueden llamar ‘Peje’ pero no lagarto”, dijo recientemente Andrés Manuel López Obrador en una entrevista con el periodista Carlos Loret de Mola, en un momento en el que él hacía referencia a que se consideraba un político honesto que encabezaba una férrea lucha anticorrupción.
Hacía tiempo que este personaje no se aparecía en la arena mediática más popular y a la vez la más criticada: Televisa.
Raúl Trejo Delarbe, dice que “la dificultad de la izquierda para entender a los medios como interlocutores, y no como instrumentos, proviene de las épocas en la que era excluida de los espacios de comunicación institucionales en donde, incluso, a menudo era calumniada y vilipendiada. Sin acceso a la prensa y más tarde tampoco a los medios electrónicos, la izquierda se replegó a desarrollar sus propios mecanismos de comunicación”,
Podemos nombrar como ejemplo claro de esto último al movimiento EZLN de muchos tintes izquierdistas, de quien su mayor protagonista, el anterior Subcomandante Marcos ahora Subcomandante Galeano, ha propiciado expresarse de formas poco comunes: realizando ilustraciones, escribiendo poéticas cartas a modo de declaración o rueda de prensa, y esa originalidad es justo lo que le ha dado mayor peso a su estilo comunicativo.
Pero volviendo con AMLO, las coyunturas sociales pareciera que lo han ido perfilando, y nuevamente por tercera vez, como el candidato más fuerte para contender por la Presidencia de México.
¿Hay diferencias con respecto a sus dos anteriores oportunidades? Sí, que existe una tendencia antisistémica a nivel mundial que se ha dejado muy clara en eventos como el Brexit, el ‘No’ al referéndum en Colombia y por supuesto, la inconcebible llegada de Trump a la Presidencia de EEUU.
“Yo soy el dirigente político más atacado”, dijo en dicha entrevista López Obrador, y tiene razón en expresar que sus homólogos líderes de partido, Ricardo Anaya y Ochoa Reza, dirigen todos sus esfuerzos políticos y comunicativos en atacarlo en spots, radio, prensa y televisión, porque es quien se encuentra en un punto muy positivo en el camino hacia la Presidencia.
Como político y líder de movimiento de izquierda, ha sabido representar bien su papel. Su discurso siempre ha sido el de opositor indignado, que busca conectar con el sector popular y tratar de concientizarlo sobre las pifias de lo que más se aborrece de la política convencional históricamente representada por un bipartidismo PRI-PAN: corrupción, impunidad, nepotismo, desigualdad, entre muchas otras. Además de ser siempre un tipo que habla sencillo, tiene un modo de vida modesto y aun cuando le han imputado lo contrario, no ha habido pruebas suficientes en su contra. Sin defenderlo, pero su imagen ha sabido construirla y mantenerla al paso del tiempo, recogiendo la atención pública y esfuerzos, de la inquietud izquierdista del país, que ya no encuentra otra alternativa, ante un comprobado PRD secuestrado y corrupto, y pequeños partidos relativamente nuevos, que no han logrado posicionarse ni mantener credibilidad.
Por eso, aunque su postura en la izquierda siempre ha sido socialmente y mediáticamente activa, en realidad su protagonismo ha sido pasivo, alejado de la problemática tan grande que sufre la mayoría de la clase política vigente, y sólo abre espacios de expresión cuando lo considera conveniente. Cosa que lo ha ido posicionando, justo como un ente de credibilidad social.
La guerra sucia que se ha encabezado en diferentes elecciones y escenarios políticos a nivel mundial, ha dejado crudas enseñanzas de beneficiar al enemigo en vez de mermarlo. La misma Clinton lo vivió en carne propia, pues un enorme porcentaje de su campaña se dirigía a atacar a su contrincante y muy poco en realidad, a posicionar un mensaje propio; y en México, PRI y PAN debieran “poner sus barbas a remojar” para justamente tratar de no posicionar en su mensaje al oponente, sino ofrecer una alternativa de solución.
Un fenómeno en torno a las reacciones antisistema, es que varían en cada contexto. Por ejemplo el Brexit, el triunfo de Trump e incluso el triunfo de muchos estados de la República Mexicana a cargo del PAN parecieran una reacción conservadora ante un desencanto del sistema vigente.
Pero que AMLO esté posicionado como un candidato muy fuerte para el 2018, implica que la mente colectiva está enfocada en un cambio radical de la política convencional, reacción al desencanto del bipartidismo más poderosos en el país, en donde justo se votaría por la opción que perciba polarizadamente diferente, y eso justo lo representa Morena.
Veremos cómo avanza el mensaje de este personaje, que justo ha tenido como característica última, que ya habla en términos de hablar con los partidos y políticos para llegar a acuerdos y no enjuiciarlos por anticipado… ¿Acaso está pensando en la negociación? Como estrategia política y electoral, sería una excelente herramienta… a ver qué pasa.
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