El Mercado Reforma

Otro elemento de confluencia social en La Purísima es su Mercado. Para iniciar un poco de contexto histórico, fue producto de una añeja exigencia de sus habitantes, de por lo menos veinte años. El primer registro que se tiene data del “3 de marzo de 1938, un oficio del Ayuntamiento indicaba que había vendedores ambulantes en el lado norte del templo, y se pedía se pasaran al terreno acondicionado en el actual Mercado” (Reyes, A. 2021 p. 47)  “el 14 de enero de 1943, el presidente municipal Francisco M. Revilla concedió permisos para usar o cambiar de lugar en torno a la zona del mercado en virtud de que había la promesa de colaborar en la construcción del mercado” (Idem.), después de varias vicisitudes burocráticas y presupuestales fue hasta el 31 de diciembre de 1961 que se terminó de construir e inauguró.

El mercado de La Purísima, después nombrado oficialmente como “Mercado Reforma” tiene una gran implicación social, y quiero traer una cita que me parece pertinente “En el barrio que nos vio nacer, erguido sobre esperanzas y recuerdos, se halla el mercado. Los pocos metros que lo separan de la vivienda familiar y la multicolor efervescencia que allí se respira, lo señalan como un punto de encuentro social que ha contribuido eficientemente a la construcción de la identidad del pueblo que lo cobija. Sin embargo, muchos creen que el comercio tradicional es una especie en vías de extinción porque no ha sabido asumir nuevas actitudes ante la modernidad, representada por los supermercados. Pero, a pesar de esa posible agonía, nadie podrá negar que es este tipo de comercio urbano el que ha cumplido el rol dinamizador e integrador de las sociedades.” (Brañez, García y Miyashiro, 2006, p1) estas líneas pueden dar preámbulo para describir la importancia y los roles que contribuye el Mercado Reforma en La Purísima.

Cuando se entra, se tiene la sensación que es una cápsula del tiempo, que resguarda celosamente la tradición. El barullo generado por las charlas entre clientes y vendedoras, los sonidos de aplanadoras o cortadoras de carne, el trajín de “diablitos”, del acomodo de las rejas con producto, del aceite friendo platillos, el característico sonido de las licuadoras o chocomileras, todo ese ambiente te transporta a mundos de recuerdos y vivencias del pasado.

Su importancia  radica en distintos aspectos, como el económico con una triple función; la primera, que tiene que ver con el ingreso y sustento que genera para quienes tienen una piedra (denominación al espacio de venta, sin paredes ni puertas), o local, ya que en su mayoría es la principal fuente de ingreso y patrimonio de esas  familias; la segunda, el empleo que genera, en su mayoría da trabajo para las mismas personas del barrio, desde el cargador, el ayudante, el que hace los envíos y lleva las bolsas, quien limpia, etcétera; la tercera, referente “al gasto” de los clientes o clientas, puesto que al poder acceder a variedad de productos prácticamente sin intermediarios y poder comprar de acuerdo a las cantidades necesitadas para el día, las jefas de familia pueden “ajustar” o fragmentar su “chivo” (presupuesto) destinado para los alimentos de la familia, que es de acuerdo a los platillos que prepararan ese día, por ejemplo, para preparar un caldo de pollo, compran una bolsa de “surtido” que contiene las verduras y legumbres necesarias, la cantidad de pollo necesario, y no tendrá sobrantes de ingredientes que pueden pereceder. Una función extra es que, al comprar ahí, sabes que estás contribuyendo al campesino, al agrónomo y al ganadero del Estado, por tanto, apoyas la economía local.

También es importante su aportación a la alimentación de las personas, ya que se encuentran los productos necesarios  para preparar los platillos típicos o las recetas de remedios caseros que se han transmitido de generación en generación, prácticamente son productos frescos, que con la variedad de frutas, verduras, legumbres, lácteos, carnes, etcétera, soportan esa tradición culinaria de los hogares, así que su frescura y naturalidad -al evitar el congelamiento o los tóxicos conservadores-, y que nos recuerdan que no hay como la comida cacera.

También es de destacar que en el Mercado Reforma hay una camaradería especial entre los comerciantes y trabajadores, con los clientes, clientas y marchantes, estos se conocen, forman lazos más que comerciales, y se tiene la confianza de pedir opinión del producto o del ingrediente sugerido y quien te vende tiene la gran responsabilidad de responder con su experiencia y conocimiento del producto para dar el mejor consejo, pues su palabra y prestigio están de por medio con el cliente.

En su interior encuentras puestos de verduras y frutas, de semillas y granos, cremería y carnes frías, pollerías, carnicerías, viseras, de jugos y chocos, yerbas y algunos puestos de comida.

En síntesis, el mercado es parte fundamental del barrio y por ende es parte de la sociedad que en él habita, pues “se mantuvieron unidos en las buenas y en las malas épocas, de manera que la evolución de ambos ha sido simultánea y sosegada.” (Brañez, García y Miyashiro, 2006) La esencia del mercado es un engranaje para que el barrio y su gente sigan contribuyendo al desarrollo social tan característico de la zona.

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