Otro polo de atracción del Barrio de La Purísima sin duda es (o era) el Parque, aproximadamente en 1957 se destinó una área reservada con vegetación perteneciente a la Huerta Gámez, instalando alguna infraestructura para el esparcimiento para el barrio, un par de años más tarde se decidió que se formalizara como un parque recreativo y se inició una importante inversión, para el año 1962 ya se tenía avanzado y funcionaba como un parque familiar, pero continuó la inversión y fue hasta 1964 que el gobernador Olivares Santana invitó al presidente López Mateos para su inauguración formal, ahí vendrían los buenos, gloriosos y divertidos tiempos del Parque Hidalgo, casi lo tenía todo, y con todo, ¡digo todo lo que un niño y adolescente podía pedir! para que pasara el tiempo sin darse cuenta.
No sólo tenía áreas de jardines y bancas para poder hacer un picnic; tenía un limpio lago donde podías contemplar a los patos, tortugas y con algo de suerte algunos peces, dicho lago está dividido en dos por un pequeño puente, así como un pequeño embarcadero con lanchas que se rentaban. Estaba una pista para patinar y rentaban patines para quien no llevaba, además servía también como mini cancha de futbol; también estaba la cancha de basquetbol, hasta un circuito de minigolf. Por supuesto que estaba dotado con los típicos juegos infantiles como resbaladilla, sube y baja, columpios, volantín; además estaban unos aparatos para hacer gimnasia como barras y aros. Además, que se instalaban unos juegos mecánicos que cobraban por su uso.
Contaba como un pequeño zoológico que tenía conejos, gallos, águilas, cabras y hasta un lobo, así como otras especies, pero el que robaba miradas era “Panchito”, un chimpancé al que le regalaban frutas y dulces, si le pasabas una paleta con toda calma subía por la reja y comenzaba a chuparla haciendo curiosos gestos, lamentablemente algunos le comenzaron a dar cigarros, y panchito se enseñó a fumar, cuentan que su muerte se debió principalmente a su ansiedad por este vicio que le introdujeron irresponsablemente los visitantes.
Pero la atracción principal del parque y por lo que era conocido dentro y fuera del estado era por el trenecito que replicaba y homenajeaba a la tradición rielera en Aguascalientes, en la cual tenía su locomotora con un conductor y vagones con cómodos asientos donde podrían viajar dos adultos y un niño, cada vagón tendría unos cinco asientos y el trenecito tendría unos cinco vagones, por lo que alrededor de 70 personas podrían hacer el recorrido que duraba dos vueltas, y cómo estaba diseñado el tren y al moverse por rieles, hacía el sonido característico que los hidrocálidos conocían al pasar la locomotora por las vías que cruzan la ciudad, la ruta del trenecito seguía la circunferencia que delimitaba el parque, pasaba por las distintas áreas y los dos túneles, así como el conductor de vez en vez tocaba un silbato asimilando el de las locomotoras reales, lo que despertaban el asombro y la alegría de los paseantes. Dicho tren fue donado por la empresa de ferrocarriles, el diseñador del ingenioso tren a escala fue Don Mario Sánchez Ramírez quien también daba mantenimiento junto a sus hijos conocidos por “Los Cuates” que además lo conducían. Sospecho que cuando ellos dejaron de dar mantenimiento en el parque, fue el declive del emblemático tren. Era tal su atractivo que venían visitantes de varias partes de la república a conocerlo y disfrutarlo, se tenía una estación, con una taquilla, daban un boleto que era perforado como en aquellos trenes de pasajeros, sin duda era una experiencia cien por ciento Rielera. Los que habitaban el barrio eran privilegiados, pues no importaba cuántas veces ya se hubieran subido, no perdían oportunidad en colarse, ya sea pagando o escondiéndose en lugares estratégicos para cuando pasara brincar y subirse sin pagar el respectivo pasaje.
Finalmente, otra atracción era el auditorio, donde uno de los túneles servía de gradas, sábados y domingos se presentaban “shows” con artistas, magos, cantantes, payasos, animadores, que divertían a las familias y que también era usado por escuelas para presentar sus números artísticos de fin de curso.
Ese complejo de diversión se prestaba no solo para alegrías efímeras y un sinfín de aventuras de los chicos, sino también para ser refugio de parejas de enamorados tanto adolescentes, como una que otra pareja de adultos que paseaban de la mano como imitando las atmósferas de romanticismo de las novelas o las películas, así como buscar algún rincón la privacidad y darse algún beso apasionado.
El parque sin duda se gestó un sin número de vivencias y anécdotas que marcaron a generaciones, generando recuerdos, pero que hoy al verlo en el estado en el que está, provoca pena y añoranza del tiempo pasado.
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