
Ferrocarrileros, obreros y los oficios
Mi dicho de que el barrio de la Purísima «es un barrio trabajador, fritanguero y bravo» me parece que describe su esencia (podríamos agregar también religioso). El segundo descriptor, fritanguero, se abordó desde su gastronomía y comida; el tercero, bravo, en las dinámicas sociales, principalmente de los grupos, bolitas y pandillas; y el primer descriptor, trabajador, se ha abordado desde el comercio, el mercado y el tianguis. Pero hay que agregar que, desde su origen, el barrio fue habitado principalmente por obreros del ferrocarril y sus talleres, y eso influyó en sus características.
Si bien no surgió específicamente para el sector de los ferrocarrileros (como lo fueron «La Ferronales», «Del Trabajo» o «Jardines de la Cruz»), los entonces jóvenes que ingresaban a trabajar en los talleres o el ferrocarril, cuando formaban una familia, buscaban un punto cerca e intermedio entre sus familias de origen (la de sus padres) y el lugar de trabajo (la estación y talleres). De esa manera, se fue poblando con familias rieleras. «Según el padrón electoral de 1920, en la parte correspondiente a las secciones 24, 25 y 27, casi la mitad de las personas que habitaban esas zonas eran ferrocarrileros, seguidos por comerciantes, artesanos de diferentes oficios…» (Reyes, 2021, p. 38). La gráfica que soporta la anterior cita desglosa que principalmente habitaban 87 ferrocarrileros, 60 mecánicos, 43 comerciantes. Dichas cifras históricas nos dejan ver que, sin duda, marcaron la pauta de su actividad como zona en los siguientes años. Por otro lado, muchos de esos trabajadores rieleros, si por alguna circunstancia renunciaban, los corrían o se jubilaban, inmediatamente conseguían otro trabajo por la experiencia adquirida en su oficio, ya sea en talleres mecánicos, tornerías, cromadoras o fundidoras. Podríamos inferir que de ahí el alto número de mecánicos que había en aquellos años.
Pero además, indirectamente influyó también para que se instalaran en el rumbo de la Purísima talleres o agencias de bicicletas, las cuales daban servicio, mantenimiento y reparación a uno de los principales transportes de los jornaleros en las siguientes décadas; así como la venta de distintas partes y accesorios de las bicis. Talleres como el de Santoyo sobre la calle Ezequiel A. Chávez, otro que estaba en Alameda pasando Héroes de Nacozari, el cual no recuerdo su nombre, «La Posta» en la calle Marte y, por supuesto, en la calle Hornedo casi esquina con Diana, la Agencia de Bicicletas «El Ciclista», atendida por David García y dotada de equipos y herramientas para dar el servicio que exigían los clientes. Además, en dichos talleres rentaban bicicletas de distintos tamaños y rodadas por horas o días. Como anécdota, era común ver un camión que venía de Calvillito que llegaba a la zona del Parque Hidalgo y ahí bajaban con sus bicicletas los vendedores de pulque y agua miel para hacer sus rutas por la ciudad, por lo que ellos también eran clientes asiduos a los talleres de bicicletas, así como los trabajadores de dichos talleres eran clientes de los pulqueros.
Regresando al tema de los ferrocarrileros, muchos de ellos en los años 80 y 90 ya estaban jubilados, pero de una u otra forma influía su cultura rielera en la dinámica del barrio. Eran principalmente beisbolistas, aficionados a los juegos de cartas o dominó, escuchar la radio y con un pensamiento crítico que cuestionaba todo lo que sucedía. «Esto permite suponer que las influencias e ideas de la primera generación de proletarios urbanos, por la pura cercanía territorial y el perfil laboral dominante, recibió un impacto más directo que otros ámbitos de la misma ciudad» (Reyes, 2021, p. 39), lo que sin duda marcó la dinámica social de la zona.
También en esas décadas comenzaron a surgir la primera generación de profesionistas, hijos de familias de la Purísima que terminaban sus estudios universitarios o tecnológicos y que se convertían en el orgullo familiar y ejemplo, así como modelo de aspiración para otros en el barrio.
Por otro lado, con la llegada del Palacio de Justicia en la zona de Héroes de Nacozari y López Mateos, promovió que despachos de abogados se instalaran en los alrededores. Al inicio, sus autos ocupaban nuestras calles, sus muebles de oficina sustituyeron a las viviendas de antiguos vecinos y los trajes y sacos comenzaron a ser comunes en las calles de la Purísima. Compraban en nuestras tiendas, comían en nuestros puestos, se surtían de enseres en nuestros negocios y, al final, muchos de ellos se convirtieron en parte del barrio.
De esa manera, el origen trabajador del barrio de la Purísima, con esencia obrera y comercial, solo se transformó a las nuevas actividades y dinámicas que exigían los tiempos de finales del siglo XX y los albores del XXI.
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