El siete de febrero, de la semana pasada, el Instituto de Educación de la entidad organizó una conferencia sobre la educación inclusiva. A ésta asistieron cientos de docentes y directivos para escuchar ideas y distintas formas de atender y practicar la inclusión en el proceso educativo de niñas, niños y adolescentes de educación básica especial. Por lo anterior, merece el Instituto de Educación amplio reconocimiento y congratulación por el encomiable esfuerzo realizado.
Nadie puede negar que, por equidad, es de capital importancia brindar el mejor servicio a las alumnas y alumnos con diferentes requerimientos de educación especial. Para esto, el primer acto de justicia es aceptarlos tanto en las escuelas regulares como en los planteles especializados para capacidades diferentes. Lamentablemente, hoy en día, aún hay escuelas cuyo personal se resiste aceptar a niños y adolescentes con alguna discapacidad, con el argumento de que falta preparación específica para la atención de estos casos. Y el segundo acto de justicia social es brindarles, con cariño, amor y esmero, educación de calidad que cada niña, niño y adolescente, necesita para superar las barreras de aprendizaje; sin descuidar a los demás educandos; y, siempre, teniendo presente que los alumnos de educación especial avanzan a su propio ritmo y capacidades de aprendizaje; por lo que son indispensables comprensión, paciencia y apoyos diferenciados. En no pocos casos, los alumnos con discapacidad son atendidos, tratados y considerados, de la misma manera que todos los demás, sin diferenciación, sin equidad y sin inclusión; lo que contradice al espíritu del trato justo y equitativo. También, por derecho y justicia, la Secretaría de Educación debería construir en las escuelas regulares salones ex profeso, adecuados y con equipo idóneo, para la atención de los alumnos con requerimientos de educación especial. Actualmente, estos educandos están siendo atendidos en alguna bodega, en un rincón, en el pasillo o patio de las escuelas; cuando deberían, por equidad, ser atendidos en los mejores locales de los planteles, que no existen.
En la pasada y citada conferencia se insistió, con vehemencia, emplear las mejores prácticas para la inclusión educativa con el fin de elevar la calidad de los servicios de los educandos de educación especial. Al respecto, los docentes asistentes a la conferencia, y que en su inmensa mayoría eran maestras y maestros de educación especial, comentaron que ellos entendían las ideas y las recomendaciones que se estaban exponiendo en la conferencia; que incluso ya las estaban poniendo en práctica. En tal virtud que, a juicio de ellos, los que deberían estar presentes en la conferencia, eran las maestras y los maestros de las escuelas regulares, quienes por falta de formación y capacitación en discapacidades específicas, estaban teniendo problemas para dar atención adecuada a niñas, niños y adolescentes con problemas de aprendizaje; que, inclusive, varios de ellos frecuentemente, por distintos medios, pedían orientaciones para atender a estudiantes discapacitados bajo su responsabilidad.
Pensándolo bien, tiene lógica y sentido común la reflexión de los maestros de educación especial; pues éstos estudiaron y se especializaron para entender y atender a estudiantes con discapacidad; además, por los años que tienen de servicio, poniendo en práctica diversos métodos y variados recursos educativos, ya cuentan con cierta experiencia para brindar un buen servicio; aunque nunca estorbará conocer más ideas y puntos de vista de otros. En cambio, para los docentes que no estudiaron para brindar servicios a educandos con alguna discapacidad y que, por la inclusión, tienen que atenderlos; entonces sí tiene sentido la reflexión de que son los que más necesitan asistir a conferencias, talleres, orientaciones y apoyos específicos, por el bien de las niñas, niños y los adolescentes que están bajo su responsabilidad. Son consideraciones que se ponen en manos de las autoridades educativas para la mejor toma de decisiones.