Jesús Orozco Castellanos
El tema de la corrupción en México en los años recientes es algo que, me parece, amerita una reflexión de fondo. El diario “Reforma” ha estado publicando fotografías del rancho “ejemplar” del ex gobernador de Veracruz Javier Duarte en Valle de Bravo, estado de México. Es un predio de 90 hectáreas; tiene dos áreas de caballerizas con espacio para 20 equinos cada una, o sea que tienen capacidad para 40 caballos. Y se ve que son animales de calidad, faltaba más. Un amigo mío que sabe de estos asuntos, me decía que son caballos españoles y que cada uno cuesta 300 mil pesos. Estamos hablando de unos 12 millones de pesos. Además, el costo de mantenimiento de cada caballo es de dos mil pesos mensuales: alimentación, caballerangos, jinetes; serían 80 mil pesos al mes. Y es una sola de las propiedades que posee, a nombre de terceros. ¿Y qué decir de la lujosa mansión de 10 millones de dólares que tiene en Miami? El mecanismo de propiedad es perverso: se crean empresas fantasma y a los dueños se les hace firmar un testamento en favor de Duarte; como saben que es capaz de todo, firman sin chistar. Su fortuna está calculada en unos seis mil millones de pesos. ¿De dónde salieron? Del erario público. Sobre él pesa ya una acusación formal por parte de la PGR por desvío de fondos y otros delitos. Nadie sabe dónde está, se le considera ya un prófugo de la justicia. Hay quienes señalan que podría escapar por la frontera sur del país, también se dice que quiere “negociar” con el gobierno.
Si nos remontamos a los tiempos de la colonia española, los cargos públicos se compraban y los beneficiarios recuperaban su “inversión” mediante el cobro de impuestos, regalías y alcabalas. Era una forma de corrupción altamente institucionalizada. En el México independiente, prevaleció en buena medida la “honrada medianía” de la que hablaba Juárez. Llama poderosamente la atención que cuando capturaron al fallido emperador Maximiliano de Habsburgo, una dama de la nobleza le ofreció 500 mil pesos en oro al oficial juarista encargado del pelotón de fusilamiento, a cambio de que lo dejara en libertad. Ya lo estaba esperando un carruaje para llevarlo a Veracruz y de allí a Europa. El oficial rechazó el ofrecimiento y cumplió con su deber. A precios actuales, estamos hablando de más de dos mil millones de pesos. Es una cantidad estratosférica. Hoy en día, por diez o doce millones de pesos, sobrarían los que estuvieran dispuestos a liberar a un reo, por importante que fuera. Si el “Chapo” Guzmán logró fugarse del penal del Altiplano, seguramente fue porque sobornó a las autoridades carcelarias. Para el oficial juarista, en cambio, era mucho más importante su prestigio, la satisfacción del deber cumplido, que cualquier cantidad de dinero. Después de lo que estamos viendo ahora, la época juarista es para dar envidia, una verdadera nostalgia del México que debió ser y no fue. Lástima que no conozcamos ni la historia.
El gobierno de don Porfirio Díaz se puede considerar como un régimen autoritario pero no de corrupción, quizá se debía en alguna medida a que no había dinero para repartir. Al arquitecto Antonio Rivas Mercado le pagaron en especie por el diseño y la construcción de la Columna de la Independencia. Le entregaron la finca de lo que fue el Claustro de Sor Juana. Era una casona en ruinas. Al maestro José Vasconcelos le interesó conocer la casa del ministro de Finanzas don José Yves Limantour en la Colonia Juárez. Cuando la vio, le pareció en realidad una casa buena pero sin mayores lujos. Cuenta Carlos Tello Díaz, tataranieto de don Porfirio, que cuando el ex presidente se embarcó con rumbo a Europa, llevaba consigo una pequeña fortuna, lo suficiente para comprar una casa y llevar una vida digna, sin lujos; nada más.
Los generales revolucionarios iniciaron la era de la corrupción, con algunas excepciones como el general Adolfo de la Huerta que terminó su mandato como Presidente y se fue a vivir a Los Ángeles, donde daba clases de canto, era un notable barítono. Su sucesor, el ex presidente Álvaro Obregón, decía con una ironía digna de mejor causa, que cuando le cortaron el brazo en la batalla de Celaya, les dijo a sus soldados que no hacía falta que lo buscaran, que simplemente arrojaran al suelo una moneda de oro y que el brazo, por su propia cuenta, vendría a recogerla. Él fue quien dijo que no hay general que resista un cañonazo de 50 mil pesos, y menos en oro. Por cierto, se dice que fue el único presidente mexicano que no robó a manos llenas. La razón es muy sencilla: era manco. Y también en ese tiempo había poco qué repartir.
De don Plutarco Elías Calles no se sabe que haya amasado una gran fortuna, tampoco se ha dicho que fuera pobre. Sus herederos son funcionarios de media tabla o gentes del espectáculo como la “Kiki” Herrera Calles. Del presidente interino Emilio Portes Gil poco se sabe en términos de su situación económica, él fue quien promovió la firma de los acuerdos con la Iglesia Católica mexicana para poner fin al conflicto de la Cristiada. Lo hizo a instancias del embajador de Estados Unidos en México, Dwigt W. Morrow. Don Pascual Ortiz Rubio fue un presidente de una notable grisura y no se le conocieron dotes financieras ni para su propio beneficio. Del general Abelardo L. Rodríguez tampoco se tiene mayor información sobre su fortuna personal.
El general Lázaro Cárdenas tenía una casa en Jiquilpan, otra en Morelia y su casa en la Ciudad de México, donde murió. Su hijo Cuauhtémoc, que ha ocupado importantes cargos en Michoacán y en el gobierno federal, tiene un departamento de dos pisos en la colonia Polanco y varios cuadros de pintores destacados. Nada del otro mundo, si lo comparamos con la inmensa fortuna de Javier Duarte. El general Manuel Ávila Camacho se hizo de varios terrenos en Tecamachalco, aledaños al Hipódromo de las Américas que él construyó. Se dice que tenía una casa espléndida a la que invitaba a jefes de Estado y personalidades destacadas de su época (los años 40 y 50 del siglo pasado), era un buen anfitrión y nadie rechazaba sus invitaciones a comer o cenar.
Sobre el ex presidente Miguel Alemán Valdés hay toda una leyenda. Existe la idea generalizada de que fue un presidente muy corrupto. Es probable si partimos del hecho de que fue un gran promotor de obra pública. A él se debe la construcción del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el Auditorio Nacional y la Ciudad Universitaria, uno de los mayores complejos arquitectónicos del país. Alemán promovió el desarrollo turístico de Acapulco, se ha dicho que la Costera Miguel Alemán de Acapulco lleva ese nombre porque era dueño de buena parte de los terrenos aledaños. Sin embargo, su casa en la Ciudad de México no parece la residencia de un magnate. Tal vez su fortuna era inferior, por ejemplo, a la del profesor Carlos Hank González, que fue gobernador del estado de México, director general de la Conasupo y regente de la Ciudad de México en el gobierno de José López Portillo, a quien le regaló los terrenos para la famosa “Colina del Perro”. Es un predio gigantesco y al ex presidente se le asocia con su famosa frase que decía: “Defenderé al peso como perro”. No le lució porque al casarse con Sasha Montenegro, ella se quedó con la mayor parte de los bienes.
Don Adolfo Ruiz Cortines fue un presidente austero. Terminado su mandato se retiró a su natal Veracruz, tenía una casa modesta en el puerto. Murió en los años 70 y su fortuna era de unos 500 mil dólares (poco más de seis millones de pesos al tipo de cambio de entonces). Para los estándares de ahora, esa cantidad es casi una miseria. Su sucesor, Don Adolfo López Mateos, que en su juventud había sido seguidor de José Vasconcelos, fue un presidente que se dedicó a recorrer el mundo. Era muy aficionado a los automóviles. Fue un gran Presidente, la gente le aplaudía cuando aparecía en los noticieros cinematográficos; a sus sucesores les comenzaron a chiflar. Era del estado de México, paisano de Peña Nieto. Consiguió para México la sede de los Juegos Olímpicos de 1968. El organizador de los Juegos fue el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez y éste tuvo como segundo de a bordo al general José de Jesús Clark Flores, también un gran organizador, un militar con mano de hierro. Ramírez Vázquez diseñó y construyó el Museo Nacional de Antropología e Historia, el mejor del mundo en su género. A López Mateos no se le recuerda como un Presidente que haya sido corrupto.
El ex presidente Gustavo Díaz Ordaz, haciendo a un lado el tema de Tlatelolco, también fue un gran promotor de obra pública y de él tampoco se ha dicho que haya sido un presidente corrupto. Claro que resulta imperdonable que siendo un mexicano de perfil indígena, haya contestado, cuando le preguntaron si había sido amante de “la tigresa” Irma Serrano: “Hasta totonacas me achacan”. Hay que subrayar el “hasta”. Menciono esto sin la menor intención de racismo de mi parte. Más bien el racista era Díaz Ordaz, quien además fue presidente de la República y antes gobernador de Puebla y Secretario de Gobernación. A los hijos de Díaz Ordaz se les asocia con la formación de grupos de rock, pero no con problemas de corrupción. De hecho don Gustavo murió digamos que en la medianía, no como un hombre acaudalado, pese a que eran los tiempos de la corrupción rampante, los años dorados de los “cachorros de la Revolución” que hicieron “comaladas” de millonarios que echaron mano del erario como si fueran recursos propios.
De Luis Echeverría no se tienen mayores evidencias de corrupción, si bien el periodista Manuel Buendía (asesinado por las acusaciones que formuló en contra del ex director federal de Seguridad, José Antonio Zorrilla Pérez, que fue encarcelado) llegó a decir que las propiedades de don Luis, sólo en el estado de Morelos, rebasaban los 26 mil millones de pesos (a precios de principios de los años 80). Sin embargo, Buendía jamás ofreció mayores pruebas de sus afirmaciones. Al que sí se recuerda con graves problemas de corrupción es a José López Portillo. Se llegó a decir que su hermana Margarita tenía una extraña relación con el director de Pemex Jorge Díaz Serrano y que entre ambos acumularon una fortuna muy considerable por medio de la venta de enormes cantidades de petróleo, barcos enteros. Por cierto, la esposa de Jorge Díaz Serrano fue la modelo que posó para la estatua de la Diana Cazadora que se encuentra en el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México.
Al ex presidente Miguel de la Madrid nunca se le ha vinculado con temas de corrupción, más bien con incompetencia en sus tareas como jefe de Estado. Con Carlos Salinas, por el contrario, las sospechas eran y son mayúsculas. Con la famosa “partida secreta” se concedió a sí mismo un jugoso “bono” de 500 millones de dólares. Hay testimonios sobre el caso. Entre los socios para la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México figura la familia Gerard (Ana Paula Gerard es la segunda esposa del ex presidente). Del ex presidente Ernesto Zedillo se ha dicho que le dieron empleo los dueños de las empresas ferroviarias que se beneficiaron con la privatización del servicio de carga. Lo cierto es que vive cómodamente en Estados Unidos, dando clases en la Universidad de Yale, de la que es egresado. De Vicente Fox se ha dicho que compró unos terrenos en las playas de “Tamarindo” y “Tamarindillo” en las costas de Jalisco. Su casa en el Rancho San Cristóbal se ve muy bien equipada pero no hay mayores evidencias de una riqueza desmedida.
Otro ex presidente al que no se asocia con problemas de corrupción es Felipe Calderón. Fue maestro en Estados Unidos (en Harvard). Regresó a México y la gente lo saluda en la calle. Él y su esposa Margarita son vistos como dos abogados exitosos egresados de la Escuela Libre de Derecho, una de las mejores del país. Me parece que era necesario hacer todo el recuento anterior porque en los años recientes, digamos que en los últimos cuatro, los casos de corrupción flagrante y de impunidad nos muestran el peor escenario de la historia, por encima incluso de la época de López Portillo. Hay que recordar que en esos años, por lo menos había un estricto control de los gobernadores por parte del Presidente de la República. Eso es algo que se perdió, es parte de la historia. Hay demasiados casos de gobernadores metidos en el lodazal. Está Rodrigo Medina en Nuevo León. A través de su padre realizó negocios inmobiliarios gigantescos en el estado norteamericano de Texas, está interviniendo la justicia de Estados Unidos. Es el mismo caso de Tomás Yarrington y Eugenio Hernández en Tamaulipas. Los Moreira contrataron deuda pública a granel en el estado de Coahuila, en muchos casos sin la autorización del Congreso del Estado (o con firmas falsificadas) y de la Secretaría de Hacienda. Claro que los Moreira se pasean por la calle muy quitados de la pena porque no hay gobernador que firme documentos. Para eso están los subordinados y son los que están pagando las consecuencias. En Chihuahua, el ex gobernador César Duarte tiene 40 ranchos ganaderos. Dice que le gustan mucho y que él ya era rico cuando se convirtió en gobernador.
Los anteriores son del PRI. Pero también el PAN tiene su cuota, comenzando por el acaudalado Guillermo Padrés que se mandó construir una presa para su rancho, con recursos del erario de Sonora. Está prófugo. Y es el mismo caso del PRD con Marcelo Ebrard que no se atreve a pisar el territorio nacional. Está en Estados Unidos, dizque asesorando a Hillary Clinton en su campaña, es una vacilada. La verdad es que las irregularidades en la construcción de la línea 12 del Metro representan un desfalco de miles de millones de pesos.
Pero quizá los casos más emblemáticos son los de Javier Duarte en Veracruz y Roberto Borge en Quintana Roo, este último ya terminó su mandato y anda como Pedro por su casa. Se dice que le regaló una mansión al presidente Peña Nieto en Cancún, con playa privada y no hay quien desmienta. Javier Duarte es el peor de todos porque a los problemas de corrupción se agregan hechos de sangre: mujeres violadas y asesinadas por policías estatales, por ejemplo. Si no se hace justicia en este caso, la impunidad terminará por convertirse en el sello del presente gobierno que también tiene su propia cosecha: la “casa blanca”, los departamentos de Miami, el “aderezo” de diamantes de la primera dama, la “caja chica” de 100 mil dólares de Juan Armando Hinojosa (“Papeles de Panamá”), el constructor predilecto del actual gobierno, etc. P.D. Los Cachorros de Chicago ganaron la serie mundial, cuatro juegos contra tres.