Por Daniel Amézquita
Francisco Gabilondo Soler nació con la curiosidad exacerbada, le disgustaba la escuela, pero desde pequeño se aficionó por el conocimiento y aprendió a escribir, dibujar, música, matemáticas, idiomas y literatura. Siempre autodidacta, en su juventud practicó algunos deportes como la natación y el boxeo, también incursionó en el toreo aunque lo abandonó porque le parecía una industria cruel. Viajó en un buque mercante como marinero, estudió en los Estados Unidos, se interesó más por el jazz, el blues y la música de aquel lugar, pero lo que más le gustaba al joven Francisco era el espacio exterior.
Su abuela le contaba historias que alentaron su imaginación; el campo y la naturaleza de su ciudad natal, Orizaba, Veracruz, le afinó el oído; esto, más las experiencias adquiridas en sus aventuras, lo dotaron de una amplia cultura y sensibilidad; en cualquier parte que se encontrara destacaba por su porte: alto, fuerte, de ojos azules y su interesante plática. Por aquellos entonces la radio estaba de moda y Francisco Gabilondo decidió probar suerte como compositor, pero el destino le tenía una sorpresa y quiso que su suerte estuviera en las canciones infantiles y el humor. Es ahí donde nació su personaje más famoso: Cri-Cri, El Grillito Cantor. Su fama creció por todo el continente y sus canciones en himnos para infinidad de niñas y niños a quienes se las cantaban para entretenerlos y para dormir. En la infancia mexicana encontró las respuestas de su propia vida, una vida dolorosa en su comienzo, crecer en tiempos de la Revolución y las penalidades de su familia lo marcaron profundamente.
Aún hoy, en las fiestas infantiles podemos escuchar sus melodías dotadas de imaginación y vivencias propias de la niñez. Había encontrado su camino musical y destacó en muchos géneros y estilos, tal fue su dedicación a las niñas y los niños mexicanos, que se negó a vender su personaje del “Grillito Cantor” a Walt Disney para realizar una película. Aunque después el magnate estadounidense le rindió un homenaje con la animación de su popular canción “Los tres cochinitos”, para la película mexicana de 1963 que retrata la vida de Francisco Gabilondo Soler.
Francisco no pudo estudiar astronomía por falta de recursos económicos, pero eso jamás lo desanimó y persistió en sus propias investigaciones, después de varios años ingresó como miembro activo de la Sociedad Astronómica de México (SAM) y construyó un observatorio para poder dar rienda suelta a su pasión, se convirtió en benefactor de la investigación espacial en nuestro país y por tal motivo existe un auditorio de la SAM con su nombre.
La integridad de su persona, su hambrienta curiosidad, sus aportes a la educación de generaciones de mexicanas y mexicanos lo hacen uno de los personajes más ilustres de México. Es un ejemplo de que no existen barreras para los sueños y que el universo es tan vasto tanto como nosotras y nosotros lo queramos. Francisco Gabilondo Soler encarnó la imaginación de todo un pueblo y nos acercó a las estrellas, donde pertenecemos.