
El Obispo Juan Espinoza Jiménez hizo un llamado a no justificar el rencor, el odio y la violencia, porque es una actitud ciega e intolerante, se le usa para fines económicos de unos cuantos, conduciendo a una sociedad deshumanizada y mezquina, en lugar de asumir el perdón y el amor que favorece la justicia y la paz.
Al celebrar la Eucaristía dominical en la Catedral Basílica, el Prelado subrayó que para enfrentar la violencia se requiere amar a los enemigos, perdonándolos y de esta manera ser auténticos discípulos de Jesús, porque el objetivo es reconciliarnos con ellos, no seguir fomentando mayor agresión.
La mayor parte de las ocasiones, dijo que la gente quiere justificar la violencia como algo normal, suele decirse que siempre han existido las guerras; sin embargo, la violencia es una reacción irracional, motivada por una actitud ciega, intolerante, solapada por estructuras sociales que la admiten y la fomentan para sacar provecho económico como la venta de armas.
Agregó que la violencia nunca será un fenómeno natural, es producto de una sociedad deshumanizada y con intereses muy mezquinos. Además es multifactorial y multiforme, no es no sólo aquella extrema generada por bandas delincuenciales y grupos del crimen organizado en la lucha por el poder y el control de sus territorios. También es la violencia que se suscita día a día en las calles y en el propio hogar, las cuales ocurren por tonterías insignificantes.
La violencia proviene de medios de comunicación amarillistas, que son mercaderes del morbo, que la difunden a través de series, películas, noticieros que hacen la apología del delito. Es la violencia promovida por el comercio a través de juegos aparentemente inofensivos pero que estimulan a la agresión, los cuales son descargados en los dispositivos electrónicos de niños y jóvenes.
Es crucial que la sociedad no siga generando odio, enemistad, rencor, resentimiento o deseos de venganza, estos males son un cáncer que crecen de modo incontrolable, con muchas formas de metástasis, su daño corroe la existencia de cada persona y la sumerge en una espiral devastadora e irreversible, porque la violencia engendra más violencia.