Centro de Artes Visuales

Por J. Jesús López García

En 2019, particularmente el 15 de abril, a unos meses de que la enfermedad por coronavirus (COVID-19) azotara a la humanidad, una tragedia de consecuencias internacionales ocurría por medio de un voraz incendio que consumió la cubierta y la icónica aguja de la catedral medieval de Notre Dame de París. La noticia pronto dio vuelta al orbe pues el conjunto es considerado como una invaluable joya arquitectónica, y una insustituible parte del patrimonio mundial. De manera inmediata el presidente Emmanuel Macron (1977) convino en que Notre Dame, sería restaurada.

Semanas posteriores al siniestro, el gobierno francés convocó a los profesionales del diseño y de la arquitectura para que enviaran sus planes que contemplaran las intervenciones de la techumbre y de la aguja. Gradualmente llegaron esquemas, croquis y anteproyectos que integraban lo primigenio con la impronta del siglo XXI; los había de diversa índole, desde aquel de NAB Architects (Noble Associates Bulgaria Architects), que proponía en el espacio que albergaba el ático, un invernadero, así como en la aguja un apiario, hasta una terraza abierta y con perspectivas hacia la ciudad parisina por la agencia de paisaje BASE, pasando por otros como la del estudio colaboritavo Kiss The Architect quien contemplaba una torre posmoderna de esferas y arcos con una escalera central para acercarse más hacia el cielo, denominada A foolish Folly (Una Locura Tonta), también la del arquitecto ruso Alexander Nerovnya, quien integraba un tejado de vidrio con una réplica de la aguja original, entre otras más o menos con los mismos conceptos, pero con diferentes soluciones.

Si bien los planteamientos se diferenciaban, en su mayoría estaban de acuerdo que el espiritu medieval se debería conservar, así como hacer presente los materiales y sistemas constructivos actuales, de nuestro tiempo. Ya en el siglo XIX, Eugène-Emmanuel Viollet le Duc (1814-1879), dejaba la huella de su intervención recobrando la imagen original de los ornamentos ya dañados, incorporando elementos nuevos como la famosa aguja, las gárgolas y la Galería de las Quimeras.

Hoy en día, la edificación y los procesos constructivos no son los mismos que hace tiempo, e incluso en los siglos XX y XXI, se ha tenido mayor avance que todos aquellos que les precedieron. De esta manera, las modificaciones a las fincas de tiempos pretéritos han sido una constante, lo que ha llevado a que en múltiples ocasiones los resultados finales no sean los más adecuados, pues las diferencias entre el construir antiguo y el presente son vastas, y aunque las intenciones sean buenas se han dado choques más que diálogos.

En Aguascalientes las intervenciones a edificios históricos siempre se han dado, basta mencionar aquellas llevadas a cabo a los palacios de Gobierno y el Municipal en diferentes épocas, así como la finca que alberga hoy al Centro de Artes Visuales, cuyo proyecto, supervisión y restauración fueron de la autoría del Arq. Mario Rodolfo García Navarro en 1977. El profesional respetó fielmente la arquitectura con patio y zaguán, con un peristilo de arcos deprimidos que confina el deambulatorio que lleva al patio posterior. Es perceptible la mesura que el arquitecto García logró con su proyecto de restauración, con un lenguaje cercano, si no es que el mismo, primigenio donde destacan su portada, enmarcamientos de vanos en la fachada y las columnas cilíndricas que sustentan un arco estriado al fondo del zagúan.

El conjunto se presenta con una unidad compositiva y un aire añoso y atemporal. El patio, un sobrio representante de los espacios que albergan a la dinámica cultural del estado aguascalentense, fungiendo como articulador de las galerías y talleres de artes. Es probable que desde su intervención en 1977, haya sufrido otras adecuaciones o arreglos en sus partes, sin embargo, no se perciben cambios sustanciales, lo que nos permite afirmar la pertinencia de esta obra.