“ELLAS HABLAN” (“WOMEN TALKING”)

En este punto histórico donde la perspectiva femenina ha logrado un hito en cuanto a su representación mediática y masiva debido a su estridente reclamo por unir voces en un discurso previamente dominado por el verbalismo falocrático, una película como “Ellas Hablan” no sólo aporta a la mesa de discusión la necesaria dialéctica que surge de entre ellas mismas conforme se debate un destino muy particular, sino además convida a la perspectiva masculina de un diálogo que alumbra el retal de emociones, sentires y pensamientos que dominan su proceder cuando ellas topan con situaciones límite. En este caso, las mujeres que forman parte de una comunidad menonita, víctimas del abuso sexual y físico por parte de un grupo masculino que las droga y luego ultraja para acusarlas de pagar por sus pecados, argumentando que no ellos sino fantasmas o el mismo Satanás son quienes las violentaron. Cuando logran capturar a uno de ellos y éste a su vez revela a sus conspiradores, son llevados a detención para evitar su linchamiento por 48 horas, por lo que un grupo representativo del sector femenil tiene tan sólo dos días para deliberar sobre qué acción tomarán, siendo tres las opciones sobre las que deberán votar: permanecer y seguir con sus vidas sin decir una palabra, enfrentarlos una vez que queden libres o huir de ese lugar junto con sus hijos e hijas dirigiéndose a un mundo que no conocen pero asumen debe ser mejor que en el que viven. Con un foco dramatúrgico a pesar de estar basado en un libro inspirado en un caso real escrito por Miriam Toews, la actriz y directora Sarah Polley (“Lejos de Ella”) deshilvana mediante un relato que se alimenta de una fuerte carga de diálogos una pieza de carácter filosófico donde los caracteres de las protagonistas determinarán su destino, polarizando la narrativa mediante la pugna del perdón que propone Mariche (Jessie Buckley), la confrontación extasiada de la belicista Salome (Claire Foy) o el pacifismo de partida silenciosa de Ona (Rooney Mara), mujer embarazada y en una relación platónica con el único universitario del lugar, llamado August (Ben Wishaw), joven apocado y granjero fracasado a quien se le ha encomendado anotar todo lo que este núcleo femenino resuelva en su junta. Las contemplaciones morales, éticas, filosóficas y sobre todo teológicas (se trata, después de todo, de una sociedad sustentada en la fe católica paroxista) cubren sus posturas, realzando una serie de deliberaciones, meditaciones y observaciones aguerridas pero válidas sobre el ser mujer en consideración al difícil contexto sociocultural donde se ven enclavadas, sin que el proceso canse o se diluya gracias a las impetuosas y conscientes interpretaciones del reparto, siempre encuadrado con delicadeza y enmarcado con una atmósfera bucólica que genera contraste entre la belleza natural y lo hórrido de la situación o anécdotas. La película concreta con excelencia su drama y núcleo narrativo y contrapone la ya sobada –y algo cobarde- controversia que ha significado la preponderante cultura femenina en el mainstream, dejando claro que, cuando “Ellas Hablan”, uno mejor debería escuchar.

 “OSO INTOXICADO” (“COCAINE BEAR”)

En la vida ocurren cosas que, al escuchar la anécdota, siempre pensamos se haría de ello una película interesante como “127 Horas”, “Los Sobrevivientes de los Andes” u “Operación Cerveza” (claro, los resultados pueden variar en cuanto a calidad o interés); pero la historia sobre un oso que inhala cocaína a placer cuando un atarantado traficante la deja caer en un bosque de Tennessee es como un sueño hecho realidad, y la actriz / directora Elizabeth Banks no quiso dejar pasar la oportunidad y es así que ahora tenemos en cartelera “Oso Intoxicado”, algo que debió ser una alucinante comedia negra con toques gore y terminó como un relato que desconecta sus pretensiones cuando no entiende exactamente sobre qué quiere contar. Muchas cintas asumen que una premisa desquiciada, estrambótica o bizarra basta para sostener una trama que entretenga al respetable, pero Banks lucha por desarrollar todo un proceso narrativo a partir del oso cocainómano y ello pudo agradecerse si tan sólo las piezas se ajustaran uniformemente. La primera mitad de la película no tiene desperdicio: el plantígrado en cuestión se aloca cuando entra en contacto con un morral lleno de paquetes con droga tirados accidentalmente por el cómplice de un poderoso narco llamado Syd (Ray Liotta en su último papel) y ahora se dedica a atacar a quien se le ponga enfrente, ya sea una pareja de campistas, la guardia forestal del lugar o un par de niños que se echan la pinta. Todo procede según el libro de reglas del horror estrafalario, donde el planteamiento pronto supera a los personajes y ahora el oso conforme va consumiendo/inhalando, dosis y dosis de la “nieve”, se transforma en un asesino imbatible capaz de correr a la misma velocidad que un vehículo en movimiento o adquirir una fuerza impresionante que le permite derribar puertas o muros sin problemas (la mejor secuencia de la cinta se da cuando el animal vicioso persigue a una ambulancia con hilarantes y muy violentos resultados), sin que perdure la lógica o siquiera la cordura, pero ya cuando al guion se le antoja meterle algo de drama al asunto mediante la búsqueda desesperada de la madre de uno de los chicos en el bosque o dos “dealers” –uno de ellos el hijo de Syd- que tratan de localizar la coca perdida mientras exponen sus pesares por viejos amores o paternidades tóxicas entonces ahora sí la cinta pierde el rumbo innecesariamente. “Oso Intoxicado” no es el entretenimiento guarro que esperábamos pero la dirección es eficaz y las escenas que funcionan lo hacen en verdad por lo que el filme termina por dejarnos unas buenas líneas de diversión sin ser el pasón completo.

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