“GUARDIANES DE LA GALAXIA VOL. 3” (“GUARDIANS OF THE GALAXY, VOL. 3”)Aceptar

Largo es el camino que ha recorrido el guionista y director James Gunn desde aquellos aciagos días cuando trabajaba casi de a gratis para el legendario Lloyd Kaufman y su compañía Troma, maquilando cine de explotación como ése del que ya no se usa con vísceras, desnudos y alucinaciones demenciales por las cuatro esquinas de la pantalla para llegar hasta este momento, una superproducción para la Disney bajo el manto de la compañía Marvel, que conforma el punto final de una trilogía que ha satisfecho tanto a geeks (me incluyo) como al gran público, trabajando una fórmula que ha ido perfeccionando con el paso de estos años donde los componentes son una refinada mezcla de violencia, humor negro de cepa políticamente incorrecta y drama. Este último elemento es el que destaca en “Guardianes de la Galaxia, Vol. 3”, una experiencia donde efectos especiales aparatosos, mundos alienígenas fabulosamente diseñados, personajes inadaptados y secuencias de pelea con armas interestelares encuentran un punto de equilibrio con el quid de la historia, uno por demás sentimental y conmovedor que no debería funcionar pero lo hace porque se trata del trasfondo que rige la psique y motivación del mapache antropomorfo conocido por todos como Rocket (Bradley Cooper), cuyo pasado oculto ahora dicta el curso de la historia para el resto de sus compañeros. Éstos son, por supuesto, el audaz Peter Quill, alias Star-Lord (Chris Pratt), quien está dolido porque no logra superar el hecho de que su adorada Gamora (Zoe Saldaña) ya no es la misma por tratarse de una versión más joven de ella que no experimentó el haberlo amado, el árbol humanoide y trisilábico Groot (Vin Diesel), el eternamente atarantado Drax el Destructor (Dave Bautista), la belicosa pero ahora más sensible mujer ciborg Nébula (Karen Gillan) y la émpata alienígena Mantis (Pom Klementieff). Ellos deberán arriesgar sus vidas para impedir que su amigo Rocket perezca penetrando los archivos del Gran Evolucionario (Chukwudi Iwuji), hombre que sólo busca perfeccionar el universo a través de intrincados experimentos biológicos a quienes sacrifica sin piedad cuando éstos no cumplen su función. De aquí surge el mismo Rocket al ser él mismo un sujeto de laboratorio que aprendió sobre el sufrimiento en las jaulas donde el Evolucionario lo tenía cautivos a él y otros animales también antropomorfos con quien entabla amistad y que cobrarán mucha importancia en el proceso dramático de la película, incluyendo una escena muy efectiva en cuanto a su cualidad lacrimógena. Toda la trama gira en torno a la pérdida, pues cada personaje tiene sus propias oquedades existenciales o emocionales que debe solventar para salir adelante y esto hace que la historia adquiera fuerza en términos narrativos pues las escenas se construyen para generar puntos de exploración en los personajes sin delimitarlos a meras figuras de acción en descabelladas correrías espaciales (aunque algo hay de eso). Aun si algunos aspectos del guion salen sobrando (v.g. la inserción de un nuevo personaje llamado Adam Warlock, interpretado por Will Poulter, que si bien es parte integral del canon cósmico de la Marvel desde hace décadas, su participación aquí es intrascendente) Gunn realiza su mejor trabajo como narrador con esta película madurando su ritmo y también las fibras emocionales de todo su cuadro de caracteres para que los riesgos y metas que deben cubrirse sean genuinamente relevantes. En esta ocasión no se trata de salvar al universo sino sus almas, y esa perspectiva intimista se ve muy bien acompañada por el casi exquisito obraje de los contextos alienígenas, como ese formidable diseño biológico / orgánico que domina toda la puesta en escena en una bizarra estación espacial donde se encuentran los archivos necesarios para ayudar a Rocket. Las caracterizaciones van de lo acostumbrado (Drax siendo un imbécil como siempre) a lo verdaderamente interesante, destacando el villano en turno, quien aquí representa una versión antropocéntrica y megalomaniaca de Dios, que busca un bien universal a costa de incontables vidas estableciendo una pugna personal entre él y Rocket extendida a todos los Guardianes. Este último capítulo en las aventuras de los defensores espaciales cierra perfectamente su arco dramático y es, sin lugar a dudas, la mejor película de Marvel en años.

“RENFIELD: ASISTENTE DE VAMPIRO” (“RENFIELD”)

No cabe duda de que el ex príncipe de Valaquia que renunció a su alma para transformarse en el eterno Drácula está de moda, pues además de esta cinta tenemos la inminente “El último Viaje del Demeter”, que trata sobre el traslado en barco desde Europa del Conde hacia Inglaterra. Hasta donde sé, esta película se trabaja como una cinta de horror sin pizca de humor, y tal vez eso es lo que debió suceder con “Renfield”, pues a pesar del enorme atractivo que significa la participación estelar del irónicamente resucitado Nicolas Cage como el inmortal chupasangre, la cinta es un chilaquil argumental que se condimenta con detalles innecesarios o absurdos que, peor aún, requieren una atención especial que bien pudo cada uno dar su propia película, porque tenemos al protagonista, el mismo Renfielda, quien conocimos en el texto de Bram Stoker como el primer agente de bienes raíces que termina siendo seducido por el hematófago en la época victoriana para que sea su sirviente (el segundo será Jonathan Harker, pero ya sabemos cómo terminó esa situación). Nicholas Hoult es quien encarna a este sujeto que ahora en tiempos modernos está harto de lo que considera una relación tóxica de codependencia y busca la manera de alejarse de su poderoso amo. En el inter surgirán los conflictos entre una policía asiaticoamericana (Awkwafina) tanto con una familia criminal de apellido Lobo y su hermana con quien simplemente no se lleva y que terminará enredándose con Renfield y Drácula. La cinta tiene un primer acto que funciona, pues diseña un sentido del humor malsano que cuaja con las musitaciones autocompadecientes del atribulado personaje principal hasta que todo se disgrega con secuencias de acción muy a la “John Wick” y escenas minusválidas con personajes forzados como el hijo de la cabeza criminal que sólo busca validación o la misma policía, ente que sufre el ser interpretado por una comediante que hace lo mismo en cada filme donde participa. Sabemos que hay problemas cuando ni siquiera las míticas gesticulaciones y patentada sobreactuación de Cage son suficientes para entretener. “Renfield” es una cinta cuyas intenciones por amalgamar humor con horror y gore se deshacen como un vampiro a la luz del día.

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