
Prof. Flaviano Jiménez Jiménez
En los últimos años, no pocos docentes han venido comentando que ya deberían cambiar el esquema de organización de los festejos del Día del Maestro, que se busquen otras formas de festejar y de reconocer su trabajo, en las que todos participen y a todos se les tome en cuenta para que se sientan satisfechos. Argumentan que, en los eventos del 15 de mayo, desde hace muchos años, es lo mismo: ceremonias en las que, ante todo, destacan autoridades, funcionarios y dirigentes sindicales, saludándose y felicitándose efusivamente, mientras la inmensa mayoría de los maestros están ausentes. Y donde sí acuden varios, masivamente y en espera de algo, ya resulta poco edificante. Tal vez sería aceptable que siga la entrega de medallas, pero con estímulos importantes y no dádivas.
También dicen que en estos acontecimientos abundan sendos discursos de vanagloria y reconocimientos entre las cúpulas. Y como toque final o como la cereza del pastel, así sucedió el pasado 15 de mayo, se aprovecha el ambiente del día para anunciar, entre bombo y platillo, «la exitosa negociación salarial y laboral de los trabajadores de la educación» al lograrse un incremento del 8.2% en las percepciones económicas. Sin embargo, este anuncio no provocó euforia porque las maestras y los maestros están conscientes de que este «incremento» tan sólo sirve para resarcir, en algo, los fuertes golpes que la inflación (de más del 8%) les ha estado dando en su economía. Luego entonces, se preguntan, «¿dónde está el incremento salarial?»
Lo cierto es que el día conmemorativo de poco sirve a los maestros en lo personal y en su situación laboral; por tanto, deberían buscarse otras formas de reconocer su labor docente. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, organismo que promueve políticas para mejorar el bienestar económico y social de las personas, reconoce que en México hay menos maestros en educación básica que en otros países, pero atienden a más alumnos. Es por ello que un maestro mexicano atiende cerca de 50 alumnos, lo que hace sumamente difícil su trabajo, mientras que en otros países atienden la mitad de alumnos. También destaca que, entre preparación de clases, materiales, planeación, revisión de tareas y la evaluación, los maestros mexicanos dedican más de mil horas extras al año, mientras que en otros países emplean 700 horas. En México, los maestros ganan en promedio 10 mil 650 pesos, un 17% menos que en otros países. Por lo anterior, las formas de festejar y de reconocer el trabajo docente serían, entre otras, asignarle a cada maestro 25 alumnos para mejorar su atención y elevar la calidad de la educación; también sería justo pagarle, adicionalmente, las horas extras que destina, desde su hogar, en la preparación y revisión de los trabajos; e incrementarle, dignamente, su salario por encima de la inflación; además, proporcionarle a él y a la escuela los materiales y equipos necesarios para su buen desempeño profesional. Si no fuera posible todo de un año para otro, sí en forma gradual pero constante.
No se trata, pues, de simples discursos, de abrazos efusivos y de dádivas, sino de crear condiciones laborales para que el maestro pueda responder, con altura de miras, a los requerimientos de los alumnos, de los padres de familia y de la sociedad entera. La pandemia nos enseñó, a todos, que no es nada sencillo atender y dar clases a los niños y a los adolescentes; para ello, se requieren muchas cualidades, las que diariamente se exigen a los maestros. Es justo, entonces, otorgarles apoyos efectivos y reconocimientos a la medida de sus graves responsabilidades.
Nota: Varios lectores me han señalado hacer algunas precisiones en mi artículo anterior. De haber manera, lo haré en la próxima colaboración. Gracias por su interés.