Por: Jesús Alejandro Aizpuru Zacarías
Jaime Rodríguez El Bronco es un fenómeno indudablemente; ha roto el paradigma de que solo se puede acceder al poder a través de los partidos políticos, sin duda, un gran mérito. Tal vez por esa hazaña es que ha logrado contagiar a algunos personajes que ven en las candidaturas independientes un camino real para llegar a ocupar un cargo público.
El fin de las candidaturas independientes fue arrebatarle a los partidos políticos el monopolio de acceso al poder para lograr un verdadero empoderamiento por parte de la ciudadanía; sin embargo, algunos personajes de partido al ver truncadas sus aspiraciones personales recurren a esta vía para competir por los diversos cargos de elección popular, esto, sin duda más que abonar a un verdadero empoderamiento por parte de la ciudadanía, desde mi punto de vista, prostituye los fines de dicha figura.
Estos personajes buscan venderse mediante un discurso que exalta el hartazgo hacia la clase política (de la cual forman parte) y el descontento ciudadano, como una opción diferente de gobierno, pero lamentablemente son parte de lo mismo que reniegan, no son una verdadera opción emanada de forma independiente de la ciudadana, son caudillos deseosos de poder que fueron vetados por los institutos políticos y que ahora de manera falaz se auto proclaman «independientes».
La fiebre del Bronco afecta por igual a los de izquierda que a los de derecha, no distingue colores, ataca a aquellos que cegados por el ego, creen que son un mesías que puede acabar con los males de un estado y que son tan populares como para ganar sin el apoyo del partido, destaco, partido que les ha dado estructura y capital político, del cual, ahora se sienten dueños.
La «Bronquitis» parece que apenas comienza; habrá que repasar un poco la historia de nuestro país para darnos cuenta un poco de lo que pasó con aquel personaje que logró acceder al poder mediante una excelente campaña de mercadotecnia, con discursos populistas, vendiéndose como gente del pueblo, que monta a caballo y usa sombrero y botas, que prometen acabar con las «tepocatas y las víboras prietas» pero que al momento de gobernar, fue una burla para todos aquellos que confiaron en él, continuó siendo parte de aquello que prometió acabar y terminó apoyando a un candidato distinto al del partido que lo llevó al poder.
Debemos ser cautos con estos personajes mesiánicos, porque como podemos darnos cuenta, estos no solo existen en la izquierda, abundan por doquier y no distinguen colores, su deseo de poder es tan grande que pueden disfrazarse de rojo, azul o naranja o bien, venderse de forma independiente.
Como es costumbre, agradezco el favor de su lectura y los espero una vez más, la próxima semana.