El anuncio reciente de la instalación en Monterrey de una enorme planta del fabricante de automóviles eléctricos Tesla, la cual representa una inversión de cinco mil millones de dólares y generará seis mil empleos, es una pequeña muestra de las enormes oportunidades que se le presentan a nuestro país ante una coyuntura mundial muy favorable.

Estamos en un momento coyuntural que representa una gran oportunidad para que México aproveche su cercanía con Estados Unidos, creando alianzas donde ambos países se beneficien y creando las condiciones para que México se vuelva un país muy atractivo para invertir. Pero ello está en nuestras manos, no en la de nuestros vecinos.

Mientras China fue un país más débil y no representaba una amenaza militar, Estados Unidos utilizó esa relación no sólo para establecer operaciones de manufactura, sino para encontrar numerosos proveedores para toda clase de insumos a buen precio y calidad. También aprovechó para vender sus productos en el mercado más grande del mundo.

Pero eso ha cambiado. China ya se ha convertido en rival de Estados Unidos en el plano geopolítico mundial. También la pandemia demostró la fragilidad de las cadenas de suministro que dependían del tránsito de mercancías desde países lejanos. Por ello, ya no es tan buena opción para Estados Unidos depender de China como fuente de manufacturas y productos estratégicos.

La relocalización de fábricas, lo que se ha llamado “nearshoring” en el territorio de Estados Unidos y de ser posible en México, aprovechando el T-MEC, es una gran oportunidad para ambos países. El concepto no es nuevo. Viene desde el programa de maquiladoras y sus sucesores, los cuales han sido un éxito desde los años sesenta.

Pero para lograr que México sea atractivo, por encima de otros países que compiten por las inversiones de Estados Unidos en esta coyuntura, requiere no sólo de estabilidad política, sino de Estado de Derecho, seguridad pública, menos corrupción, mejor educación para producir técnicos capaces, fuentes de energía limpia y confiable y excelentes comunicaciones, entre otras cosas.

Por otra parte, México puede desarrollar energías limpias, teniendo tanto sol y viento para generarlas, invirtiendo en líneas de transmisión eléctrica, el gran cuello de botella, y dejando de usar energías más caras y contaminantes como combustóleo y carbón.

El presidente López Obrador causó polémica al querer que la planta de Tesla se ubicara en una parte menos desarrollada de México. En parte tiene razón. Pero ante los ojos de los inversionistas, las diferentes regiones de México compiten entre sí, y el sur del país no presenta tantos atractivos como el norte.

Se requieren polos de desarrollo en el sur y sureste con infraestructura, energía, comunicaciones, seguridad pública y personal capacitado. Sin embargo, el proyecto de zonas económicas especiales iniciado el sexenio pasado, que iba en este sentido, fue cancelado en 2019 y nada lo sustituyó. Si en lugar de tren maya se hubiera invertido en infraestructura para la manufactura en esas zonas, se hubiese podido aprovechar mejor la coyuntura.

También se podrían extender los gasoductos hacia el sur del país para aprovechar el gas barato que nos venden los americanos y aumentar la producción de gas natural con empresas que tengan la tecnología del “fracking” para explotar las grandes reservas que tiene México.

La preparación de técnicos se impulsaría, como ya se hizo en el pasado, con grandes programas de becas para que estudiantes mexicanos acudan a universidades extranjeras.

Hace falta regresar al camino del desarrollo y el progreso. Los Estados Unidos no vendrán a salvarnos, pero si somos inteligentes, podemos aprovechar la cercanía con el país más rico del mundo y el más adelantado tecnológicamente, para que nos remolquen en una alianza que nos permita sacar de la pobreza a la mayoría de los mexicanos.