
En el segundo domingo de Cuaresma, el Obispo Juan Espinoza Jiménez invitó a los fieles a reflexionar si su vida personal está desfigurada por el desorden, el odio, el egoísmo, la tibieza y el pecado en todas sus expresiones o bien transfigurada por la fuerza de la fe, la oración y el amor.
Afirmó que el hombre vive frecuentemente en fantasías humanas, buscando la seguridad material, económica, social, académica y de salud, desviándose al pensar que el dinero lo es todo, pero estas consideraciones son relativas, limitadas y caducas frente a las verdades de la muerte y las enfermedades incurables, donde Dios es fortaleza.
El Prelado reflexionó en 3 enseñanzas en este tiempo de Cuaresma, porque no hay gloria sin cruz; Jesús mientras oraba se transfiguró y mostró el rostro amoroso de Dios; y el Padre Celestial nos dijo, éste es mi hijo muy amado, escúchenlo. Y así serán capaces de reconocer estas verdades en uno mismo y en todas las personas.
Monseñor Juan Espinoza precisó que el final de la vida no es la cruz ni el dolor ni la muerte, sino la Gloria Eterna con Dios, con que seremos transfigurados y participaremos en la vida eterna.
Agregó que una persona con vida orante se ilumina a sí mismo, se hace sabia, ponderada y capaz de iluminar y dejar sabiduría a los demás. Por ello cuando la gente vive momentos de aflicción, de prueba, de sufrimiento, de enfermedad, es crucial no desesperar ni desanimarse, no se trata de un momento definitivo, sino de un tránsito a la vida plena con Dios, de la cual es testimonio el Evangelio de Jesús transfigurado.
Escuchar a Dios es creerle, es tomarlo en serio, es obedecerlo, es confiarnos en Él, y de este modo dejaremos de tener miedo al reconocer que siempre nos acompaña; descubrir fuerza en Dios es avanzar hacia la prosperidad como humano, todo fluye y si la gente se aleja del Creador, todo se estanca y se complica, dijo.