Saúl Alejandro Flores

 

El cambio climático es una realidad que se vive a diario, no es algo ajeno como se ha dicho, que parece tomado de una película futurista y con rasgos apocalípticos. Es importante antes de continuar precisar que el cambio climático ha venido acompañando al planeta desde siempre, podríamos decir, obedece a ciclos, pero lo severo viene a ser el aceleramiento que se ha provocado con los modelos de desarrollo y consumo.

Además de que el mismo cambio climático presenta otro panorama y es que la depredación de los recursos naturales, bosques, vegetación y agua, esta última sobresale por la contaminación de los cuerpos de agua superficiales y subterráneos, así como el abatimiento que presentan los acuíferos, afectando las reservas de agua y la deforestación que influye en el incremento de temperatura, como en el alejamiento de la lluvia, evitando que ésta recargue los acuíferos.

En algunas ocasiones les he mencionado del Atlas de Riesgo publicado por el IMTA, Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, el cual prevé incrementos hasta de tres grados a finales de siglo, sin embargo, no es descartable por últimos estudios que pueda llegar en el planeta hasta los cinco grados, en ese supuesto estaríamos en situación de alerta máxima, dado que no ha se percibido un real compromiso y actuación en cuanto a la reducción de los gases de efecto invernadero.

El cambio climático lo hemos asociado con el comportamiento de los fenómenos hidrometeorológicos, cierto, pero la influencia del mismo en el sector agrícola, es decir en la producción de alimentos sería de un alto impacto y de afectación a la economía local y nacional, no sólo porque se reduzca la precipitación pluvial o bien se exceda causando siniestros en las cosechas, sino que vayamos al principio del porqué, las plantas o cultivos necesitan dióxido de carbono (CO2) para realizar la fotosíntesis junto con el agua y la luz solar para su desarrollo, debido a que el cambio climático ha aumentado la concentración de CO2 y la temperatura en la atmósfera la fotosíntesis y la biomasa incrementan.

Aparentemente lo anterior parece bueno para las plantas, a simple vista, pero además de que la fotosíntesis y la biomasa aumentan, también lo hace la maleza y el rendimiento disminuye en la cantidad de frutos originados por las plantas, eso se traduce en baja productividad, esto es un escenario alterno a la sequía, entonces, imaginen la afectación por un lado de cosechas siniestradas y por otro, en aquellos en donde hay cosecha, esta sería menor por el efecto expuesto.

Por tal motivo, urge el impulsar las medidas que reduzcan la emisión de los gases de efecto invernadero, además de volver a lo básico que es sembrar árboles, reducir la labranza, aumentar la cubierta vegetal, mejorar el uso de pastizales, modificar los forrajes y las variedades de animales y ser más eficaces en el empleo de fertilizantes.

Volviendo al tema de la reducción de los gases es importante reducir el uso de automóviles, por lo tanto la apuesta a un óptimo e innovador proyecto de movilidad, es primordial aunado a la implementación de un verdadero y trascendente programa de servicio de transporte público que aún no conocemos, porque el que siempre hemos tenido es ineficaz y altamente contaminante, además de anárquico. Esto es básico para ir frenando los efectos nocivos del cambio climático.

Sin embargo, amable lector, se preguntará esto que he comentado del cambio climático qué tiene que ver con la presa Calles, miren la semana pasada mencioné la situación crítica que ha tenido el municipio de San José de Gracia, así como el haber emitido mi opinión respecto a que no considero acertado optar por el uso de la presa Calles para el abastecimiento humano. Porque además es complicado el saneamiento. Bueno la mayor pérdida de agua recordaran ustedes que aquí se los he mencionado, es por la evaporación y filtración al subsuelo, entonces en una anomalía del cambio climático es lógico la alteración y reducción de la disponibilidad de agua en un cuerpo superficial, entonces qué se podría hacer.

Los ingenieros españoles del virreinato sabían de la baja disponibilidad de agua en oriente y la construcción de infraestructura encaminada al desarrollo de redes subterráneas, aquí en Aguascalientes tenemos un ejemplo en las famosas “cuevas de Juan Chávez”, según dicen los mitos, que de hecho están diseñadas para la transportación de agua en aquellos años. Debemos pensar más que un trasvase o afectar a los pobladores de la presa Calles, insisto en eficientar el uso del agua en las urbes y en el campo, se requiere una verdadera política hídrica, porque de esa manera la poca agua sería bien aprovechada.

Pero que tiene que ver la infraestructura subterránea, pues bien, en ella se puede conducir y almacenar incuso el agua de lluvia después del tratamiento y saneamiento correspondiente, tendríamos reservas de agua, además de una infraestructura que permita captar los excesos como sucede con las lluvias torrenciales o incluso considerando el caso del cambio climático en los incrementos de la precipitación pluvial y para evitar desgracias y daño en los patrimonios, esta agua podría ser almacenada conducida y aprovechada de la mejor manera.

Lo anterior debe estar acompañada de una política hídrica y de sus directrices se eficientaría el agua y no sería necesario optar por el trasvase o tomar agua de la presa Calles, porque el hacer uso de ella puede provocar problemas de movilización, más aún en un pueblo que siempre fue víctima del despojo y de la ausencia de cumplimiento a los compromisos de reubicación por parte de las autoridades federales, no podemos aportar a un conflicto, así como no dejarnos sobrepasar por el cambio climático, requerimos una política hídrica y de una infraestructura innovadora, porque estas serían acciones que permitirán que en México y Aguascalientes el agua nos alcance.

 

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