
“A MILLONES DE KILÓMETROS” (“A MILLION MILES AWAY”) – AMAZON PRIME VIDEO
Las historias reales sobre latinoamericanos (particularmente de ascendencia mexicana) que destacan o dejan huella en la cultura norteamericana están comenzando a brotar con una regularidad incrementada en los últimos meses, desde la historia de las frituras con sabor extra picante que le da a la cinta “Flamin’ Hot” su nombre, hasta el luchador exótico de condición pocha que se abre paso por los cuadriláteros extranjeros en “Cassandro”. Ahora tenemos la crónica de José M. Hernández, hombre de origen humilde que logró cumplir su sueño de ser astronauta teniendo todo en contra. Estas fábulas sobre el “Sueño Americano” que focalizan el rescate de figuras minoritarias en un contexto adverso que vencen prejuicios y trastornos socioculturales producto de su etnia ya son un entretenimiento asegurado por su naturaleza inspirativa de facto sobre la realización de metas aparentemente imposibles para la audiencia, de ahí que los niveles creativos se ven comprometidos porque la historia misma ya apuntala el favor del público sobre los protagonistas sin que la narrativa se vea particularmente atendida en cuanto a su manejo propositivo, como las cintas ya mencionadas lo constatan. “A Millones de Kilómetros” sigue sin romper el molde, pero al menos tiene en el timón a una directora sólida y de mirada estable como Alejandra Márquez Abella (“Las Niñas Bien”, “El Norte Sobre el Vacío”) quien con este filme se aventura a su primera realización anglosajona haciéndolo bien y de manera funcional, sin alterar fórmulas con apego al recetario argumental sobre personajes edificantes. Es así que un chiquillo, José Hernández, cuyos padres viven de piscar en los campos en diversos campos agrícolas norteamericanos, decide viajar al espacio después de presenciar por televisión el despegue del Apollo 11 siendo apoyado únicamente por su maestra de la escuela. Con el paso de los años, el protagonista (un Michael Peña dedicado y convincente) trabaja en lo que puede sin abandonar su meta, estudiando y dedicándose a cumplirla. En el interconoce a Adela (la excelente Rosa Salazar), una vendedora de autos cuyo sueño es ser restaurantera y que termina prendada de José, casándose y formando una numerosa familia. Todo el desarrollo se enfocará tanto en la dinámica que ambos generan entre ellos y su familia, en particular el primo Beto (Bobby Soto) quien, a pesar de su ignorancia y pobreza, le ofrece consejo y apoyo, como en el empeño de José por llegar a la NASA y ser un astronauta. Como es una historia real, conocemos el resultado, por lo que las fases que lo conducirán ahí serán lo importante y el guion logra fluir con cadencia y fluidez en base al drama que ello implica, con José luchando por superarse mientras Adela no sólo es bastión sino guía esencial para ello mientras van criando amorosamente a sus hijos. La película cumple satisfactoriamente su cometido de amenizar las dos horas que pasamos viéndola con sus dosis de humor, drama convencional pero operativo, una dirección solvente que produce el ritmo y tono adecuados y actuaciones de primera, pero a diferencia del protagonista no alcanza la altitud necesaria para permanecer en la órbita de atención necesaria que la hagan ser algo más que el cuento de hadas que ya es, pues muchas situaciones se resuelven con demasiada facilidad, el personaje de Adela debería ser más confrontativo para hacer valer su propia perspectiva y ésta a su vez debería producirse en la cinta para equilibrar con mayor rigor los tiempos de la trama, porque ciertos brincos o elipsis buscan resolver lo que narrativamente debería tomarse un poco más de tiempo en concretar. La cinta despega y, por fortuna, no se estrella, pero simplemente no llega demasiado lejos.
“EL OSO” (“THE BEAR”) – STAR+
Por años, Carmen “Carmy” Berzatto (un ejemplar Jeremy Allen White) ha trabajado como chef principal en los mejores restaurantes de Estados Unidos hasta que su hermano Mikey (Jon Bernthal) se suicida y le hereda un mugroso deli sandwichero tradicional en Chicago conocido como “The Original Beef Of Chicagoland”. Al encargarse del negocio, Carmy no sólo debe lidiar con su deteriorado estado mental producto de un pasado algo violento, el estrés de cocinar bajo el mando de chefs tiranos y el distanciamiento con su familia, además deberá aprender cómo trabajar con los diferentes caracteres, perspectivas y sensibilidades que pueblan el pequeño local en forma de quienes ahí laboran, incluyendo una voluntariosa pero talentosa mujer latina de edad madura (Liza-Colón Zayas), un hombretón afroamericano que anhela ser un gran repostero (Lionel Boyce), un cocinero veterano en apariencia inocente pero que oculta una extraña sabiduría (Edwin Lee Gibson) y el ruidoso, vociferante, vulgar pero filial primo Richie (Ebon Moss-Bachrach), quien choca constantemente con Carmy sobre la visión de cómo manejar el lugar.
Quien crea que el tópico culinario ya se ha agotado con la avalancha de proyectos que inundan la televisión al respecto encontrará en “El Oso” (apodo que recibe el protagonista por un motivo simbólico) una bocanada de aire fresco, pues la exploración y casi análisis que de sus personajes se realiza a lo largo de las dos breves temporadas que van conformando esta formidable serie es igual al de una receta complicada y exquisita al ser cada uno de ellos un ingrediente esencial cuya psicología, alma y corazón se detallan episodio tras episodio, en particular con la llegada de una aspirante a chef llamada Sydney (Ayo Edebiri) quien admira el trabajo de Carmy pero le faltan muchas tablas como profesional de la cocina. Su proceso de aprendizaje, así como la interrelación muy orgánica y ecosistémica de este reducido cosmos de humanos, demasiado humanos, dan un resultado de extraordinaria contextura narrativa en constante expansión que mantiene al espectador haciéndose agua la boca no sólo por la detallada pero de gran significado narrativo preparación de alimentos sino también por el delicado platillo que los componentes dramáticos van preparando a modo de remate, pues Carmy es un ser lacerado que debe probarse ante todos para superar sus propias carencias emocionales y fallas existenciales mientras Sydney busca estar a la altura del reto que se ha autoimpuesto a pesar de la desaprobación de su padre quien desea algo mejor para su hija.
Lo que se ha creado aquí, cortesía del metódico Christopher Storer, es un despiadado, conmovedor, brutal y dramáticamente efectivo relato sobre hombres y mujeres que transfieren su dolor, pesar y sueños en intensas y complejas secuencias de elaboración culinaria mientras van desnudando su sentir a la par que guisan. El dolor de Carmy que gradualmente aflora ante sus derrotas personales, las frustraciones que provoca su ríspida y en momentos violenta interacción con Richie y la pérdida de su hermano (que encuentra cierta resolución en el último episodio de la primera temporada con una efectividad dramática debido a su sencillez y sobriedad) son eje de la trama, pero clave también es la maestría técnica que el equipo de Storer imprime en cada capítulo, sobre todo el episodio 7 de la temporada 1, un ejemplo magistral de tensión, drama y manejo de cámara que está a la altura de cualquier brillantez televisiva reciente como “Breaking Bad” o “Better Call Saul” (sí, así de buena es). “El Oso” es indudablemente una de las mejores series que podrá ver en cualquier plataforma de streaming que lo dejará satisfecho pero con antojo de más.
Correo: corte-yqueda@hotmail.com